Fue en la época en la que muy pocos se imaginaban canciones digitalizadas en menos de 5 Mb, y empezaban a hacerse comunes las pantallas a color. Los únicos lenguajes de programación que se enseñaban en la escuelas eran el BASIC y el LOGO, y los pocos juegos existentes eran de 32 colores en pantallas de 640 por 480 pixeles, con música generada en el CPU en forma de trompetillas de alarma a diferente volumen e intensidad.
Aunque me tocó ver a un tío manejando hojas del excel de esos tiempos, la computadora de la casa de la abuela se usaba más que nada para jugar. Una tía que ya iba para los 30 llamaba seguido para preguntarme cómo se entraba por MS-DOS al juego de la viborita. No sé cómo los niños nos entendíamos tan fácil con todo.
Incluso el abuelo, aventurero y de juventud licenciosa, se animó a retarle un ajedrez a la máquina. Me encargaron enseñarle cómo. Él se sentía muy seguro por ser casi siempre tan invicto en los ajedreces de verdad que se juegan en tablero con los parientes y amigos, tanto, que al decirle cómo mover las piezas (todavía no tenía el placer de conocer a los mouses) se sonrió por ser eso tan sencillo. Todavía recuerdo la interfaz. Era bicolor. ¿Cuántos colores se necesitan para jugar ajedrez? Era hasta más sencillo. El competidor no se tarda nada y siempre tira la pieza que toca.
Dicen que era muy bueno. Nunca he jugado con él. Seguro perdería, soy muy malo en eso de los juegos de mesa. Por ejemplo, hasta el día de hoy, nunca le he ganado a las damas chinas a mi abuela. Ella es la campeona y así estamos todos felices.
– ¿Cómo hago un enroque?
– ¿Qué es eso?
Al abuelo le dio un escalofrío. Iba a perder.
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