Lo bueno fue que no tardé en descubrir que nunca me faltaría con quien coger. Entre gays para tener sexo solo hace falta estar ganoso y dispuesto. Obviamente ser atractivo ayuda, pero eso pasa a tercer plano. Por suerte, me di cuenta pronto de que ser joven ayuda mucho. La gente te cree ingenuo e inexperto: aprovechable, y eso facilita mucho las cosas.
Lo difícil es conseguir alguien que te quiera para algo más que cochar.
Ahora que existen aplicaciones específicamente para conocer hombres y las redes sociales nos ponen en contacto con personas con gustos afines uno pensaría que es más sencillo encontrar al indicado. Pero la verdad es que el indicado no existe, y tanta inmediatez y cercanía (más que simplificar las cosas) solamente ha logrado que nos volvamos consumidores de personas desechables, en una feroz competencia de encontrar al mejor candidato de una lista interminable de opciones. Y si eso no es capitalismo salvaje del amor, entonces no sé qué lo sea.
* * *
Le dije que nos viéramos porque mi novio iba a meter a su casa a otro güey. No lo hice como berrinche ni como despecho, yo y mi novio somos una pareja que intenta ser libre juntos, sin ataduras tradicionales monogámicas heteronormativas impuestas. Le rogué mucho que fuéramos novios. Es mi primer amor y estoy seguro de que es el amor de mi vida, aunque a muchos les dé risa que todavía tengo 19 y lo conocí en mi fiesta de cumpleaños 18. Pero creo que la intensidad es mucho más importante que el tiempo. Con él realmente aprendí lo que es amar (como dice Shakira), yéndome a dormir en su pecho luego de besarnos con todo el mundo en el cogedero, compartíendonos nuestros sexfriends sin dejarnos de dar nuestro lugar. Sé que él es el hombre de mi vida porque le he cantado las canciones más lindas que me sé, porque he llorado con él en muchísimas películas tristes y porque en sus brazos realmente me siento protegido del cínico y caótico mundo.
Pero lo de hoy de verdad me dolió. No sé si sean celos. Yo estoy mucho más joven y bonito y tengo muchisimo más pegue, y seguro cojo con muchos más que él. Por eso siento que el celoso debería ser Héctor y no yo. No sé cómo aguanta que pueda dormir prácticamente cada día de la semana en un lugar diferente desde que mi papá me corriera de la casa porque mi estilo de vida no le gusta a Jehová, ni que trabaje de anfitrión en un bar-cogedero. Tal vez por eso se va a ver con el otro chavo. Tal vez sí lo haga por celos. Y por eso no tengo donde dormir hoy.
Al que acepté ver hoy solo le seguía hablando porque me hacía recargas de saldo por mandarle fotos encuerado. Se llama Andrés, y está enculado conmigo, aunque lo disimula. Me dice “hijo” y siempre me escribe preguntándome si ya comí, si estoy bien, y me da consejos no solicitados sobre cómo manejar mi vida.
—¿Te gusta el mar?— Me preguntó viendo un tatuaje de ancla que me hice en una nalga una vez por puro ocio, ya instalados en la habitación de hotel donde pasaríamos la noche.
— Sí, aunque la verdad nunca he ido.— Contensté, sintiéndome el más ñero de la colonia Guerrero.
— En julio cobro lo de la traducción de un libro choncho de pedagogía. Si quieres nos vamos un fin de vacaciones a Puerto Escondido o Tecolutla o Acapulco.
— Estaría.— Dije después de echar el humo del cigarro por la ventana, donde estaba parado mientras oíamos a oscuras mi Spotify. — Creo que tengo conocidos en Puerto Escondido, hay mucha vida gay allá.
Él se quedó en silencio, tal vez porque ya estaba planeando algo romántico y no algo para putear juntos.
Qué lástima me da este güey.
Continuará
Comentarios
Una respuesta a “La liga de los feos (2)”
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