La noche del domingo 17 de noviembre de 1901, un gendarme descubre un “escandaloso” baile en el número 4 de la calle de la Paz, Ciudad de México: una fiesta (¡sin licencia!) de 41 homosexuales -19 de ellos travestis- y una mujer, la sirvienta. A los 19 que no pudieron salir ilesos de la situación (muchos eran de buena familia, del boulevard de Plateros) los mandaron por tren (que en ese tiempo había en Buenavista) a Veracruz para después ir en el barco José Romano a Yucatán en calidad de soldados de reserva y para servir en labores rudas a los militares que combatían a los mayas.
Esta es una de las cartas que envió una de los que no salieron bien librados:
Alfredo de mis intestinos: ¡Ay! No hay en mundo mujer más desgraciada. ¡Uy! ¡Como me duele el corazón y los hemisferios posteriores! Desde el día nefasto y nebuloso en que me arrancaron de tu lado, sentí que dolías como una muela; pero aparte de la cruel ausencia lo que más me duele es que hoy me la vas a pegar más fuerte con este feote y sinvergüenza de Abelardo. ¡Claro! Como ya no puedo andar espiándote de noche en la Alameda y en el zócalo como antes lo hacia bebiéndome mis respectivas lagrimas. Vale que no hay mal que dure cien años. Algún día nos veremos. Te mando un pétalo de la gardenia que tenia yo en la cabeza la noche del baile infausto y un piquito. A propósito de piquito haz por mandarme los dos pesos que me debes. Tuyo, tuyo, tuyo. CONCHO |
De ahí viene eso de que cuando le preguntan a un homosexual mexicano ya mayor su edad, responda “41, ¿tú?“.
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